Yermo

viñas en el camino natural de los humedales
Este mes de mayo, un grupo de asociados estuvimos revisando el Camino Natural Humedales de la Mancha. Este sendero, poco recomendable si no lo vas a realizar en bicicleta, nos llamó la atención por el deterioro que de unos años a esta parte, ha sufrido en su paisaje el territorio manchego.

Empezaremos aclarando qué queremos decir por “poco recomendable”. Entendemos que para gustos los colores, pero recorrer docenas de kilómetros sin más vegetación que campos de trigo y viñas en espaldera, puede terminar siendo aburrido. Ya que lo único que nos saca del monótono paisaje de la Mancha son las lagunas que, con este sendero, se han pretendido unir. Lagunas, en su mayoría, muy mermadas de agua debido en parte a este invierno tan seco que hemos tenido y que las lluvias de la primavera no han permitido remontar.

Pero como indicábamos en la entradilla de este artículo, lo que más nos llamó la atención fue la evolución del paisaje. Se nos podrá decir… “¡¡¡pero si es el mismo!!!”. Y nosotros contestaríamos: pues sí y no. Hasta hace muy poco el cultivo de viña y determinados frutales no se desarrollaba como se hace ahora. Antes, estos cultivos se plantaban y, a excepción de las podas de formación y de final de temporada, se permitía crecer a la planta “a su aire”. Hoy se está implantando con cada vez más fuerza la técnica de la espaldera. El principal incentivo para utilizar esta técnica es, como siempre, el beneficio económico. Ya que permite mecanizar casi totalmente la producción.

Comenzamos a cambiar impresiones y a valorar los claros impactos que para el suelo, la flora y la fauna supone llevar a cabo estos cultivos en modo espaldera. El primero y más llamativo son las estructuras lineales que es preciso montar como sustento de las viñas y frutales. Elementos que obviamente impiden el paso a cualquier animal que levante del suelo más de un palmo, a menos que avance por lo carriles y, obviamente, no lo va a hacer. Tal es así que para que los operarios puedan acceder a las diferentes calles sin tener que dar un rodeo de cientos de metros, las estructuras disponen de unas marquesinas metálicas cada cierta distancia que los animales no saben utilizar. Lo segundo más llamativo fue que, con tal precisión, las técnicas de labrado se pueden realizar con mayor asiduidad ya que no hay ramas o sarmientos que impidan el avance de la maquinaria. Por lo tanto, al realizar estas labores con más frecuencia, las camas y nidos de liebres y perdices también son eliminados y con ellos en muchas ocasiones su descendencia. Asimismo, al retirar con el labrado la vegetación herbácea, todo animal que se alimentara de herbáceas o insectos escondidos entre ellas también desaparece junto con la vegetación, la cual queda relegada a bordes de caminos en kilómetros a la redonda. Esta frecuente roturación del terreno, por otro lado, genera unos procesos erosivos de importantes magnitudes, ya que al no disponer de una vegetación que lo fije, las lluvias y el viento, poco a poco pero sin descanso, eliminan la capa fértil del terreno. Algo que impide el futuro desarrollo de vegetales y facilita la desertificación. Es obvio que, si desaparecen las especies más bajas en la escala trófica, desaparecen los que se alimentan de ellas.

Por último, observamos que estas estructuras permiten fijar sistemas de riego, como el goteo, que transforman unos cultivos que en su origen no consumían más recursos de los que podían conseguir con las lluvias, a sistemas de regadío. El impacto es devastador en la totalidad de las lagunas manchegas, y está llevando a plantear que ríos como el Záncara, el Riansares o el mismísimo Guadiana, cambien su punto de nacimiento y reduzcan su longitud, ya que la sobreexplotación del acuífero impide que el agua brote desde donde lo hacía en su origen. Que no piensen que solo Almería y Murcia van por mal camino. A este ritmo de dislates con el entorno natural, nos plantaremos en la vertiente cantábrica con un país completamente yermo antes de lo que pensamos.

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