Sobre las macrogranjas

macrogranjas en el gr 37
El ritmo frenético de la actualidad parece que entierra de un día para otro los temas que ayer eran noticia. Por ello, no queríamos dejar pasar por alto el tema de las macrogranjas sin compartir una experiencia propia, precisamente en relación a uno de los senderos de gran recorrido que hemos revisado recientemente desde la Asociación Nacional de Gerreristas.

El pasado mes de Noviembre pusimos rumbo al noroeste de la provincia de Valencia, con el fin de revisar el estado de conservación del GR-37 Serranía del Turia. Lo primero a destacar fueron los valores ambientales presentes en el interior de Valencia. Pero también la utilización que, por desgracia, hacen las macrogranjas de la ‘España vaciada’.

Transitábamos por la carretera CV-35 y, nada más entrar en el término municipal de Titaguas, pudimos comprobar el olor tan desagradable que generan estas macrogranjas. La entrada en este territorio se hace desde un collado que deja más abajo el pueblo y parte de su área. Y no era una sola instalación, desde lo alto, se podían observar como mínimo una media docena de macrogranjas, diseminadas por la parte más llana del término municipal.

Aparcamos en Titaguas, como lo pudimos haber hecho en cualquiera de los municipios por donde pasa la ruta, puesto que es circular, y nos pusimos a andar en dirección Este. Por suerte, ese desagradable olor desapareció. Casi la totalidad del recorrido lo hicimos sin este inconveniente, hasta llegar al municipio de Alpuente, donde volvió a aparecer. Comimos y estuvimos conversando un rato con una brigada de bomberos forestales, los cuales nos confirmaron que la zona de la Serranía del Turia es muy bonita, pero tiene el inconveniente de los olores de las macrogranjas. Donde, cada día, y dependiendo de hacia donde sople el viento, se veía afectado un pueblo u otro.

Imagino que igual que yo me acuerdo del concejal de residuos de mi ciudad por permitir la instalación de un macrovertedero relativamente próximo a mi domicilio, los vecinos de estos municipios, también lo harán sobre la persona que permite que esas instalaciones se ubiquen próximas a sus localidades.

El impacto económico de las macrogranjas es innegable para las poblaciones rurales en el corto plazo, pero las consecuencias son terribles a largo plazo: contaminación de aguas, emisiones de efecto invernadero, uso de enormes extensiones de tierras, deforestación para pastos y para cultivo de alimento para ganado, y graves daños a la salud. Además, desde el punto de vista económico en relación al turismo rural, no es buena carta de presentación entrar en un término municipal y que el souvenir más destacable sean las náuseas provocadas por ese desagradable olor. Hay explotaciones extensivas que, en muchas ocasiones, si la gestión es correcta, sirven entre otras cosas para prevenir incendios forestales, fijar población y ofrecer carne de mayor calidad, entre otr@s, a l@s urbanitas. Apostemos por ellas.

1 comentario

  1. David Vicente Cardós dice: Responder

    No puedo estar más de acuerdo con este artículo. Lo aplaudo, y ojalá con todo el revuelo que se ha generado recientemente acerca a este asunto, empiecen a cambiar ya las cosas de una vez en beneficio de un planeta que no nos pertenece, algo que sin duda redundará en todos y todas.

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